Cada trazo en el barro es una extensión de una tradición que comenzó con mi madre. Desde que era pequeño, me sumergí en un mundo donde el arte no solo era una habilidad, sino una forma de vida. Mi madre, con una maestría que parece inmutable al tiempo, transformaba el barro en auténticas piezas de expresión, infundiéndoles vida y emoción.
Al observarla, no solo aprendí técnicas y habilidades; absorbí el lenguaje íntimo del arte que ella dominaba. Cada detalle, cada línea y cada color estaban cargados de una historia que resonaba profundamente en mi ser. A través de sus manos, entendí que el arte es más que una simple creación; es una conversación silenciosa con el mundo, una forma de contar historias sin palabras.
El proceso de aprender de ella fue una inmersión en un legado que trasciende generaciones. Cada pieza que creamos juntos es un reflejo no solo de su habilidad, sino de nuestra conexión, del amor y la dedicación que han sido parte integral de nuestra existencia. Al continuar este viaje artístico, me esfuerzo por fusionar su rica experiencia con mi propia visión, creando un diálogo continuo entre el pasado y el presente.
Así, cada obra que pinto no es solo una creación; es una celebración de lo que hemos construido juntos, una manifestación de nuestra pasión compartida y un testimonio de la vida que hemos elegido vivir a través del arte. Es una forma de honrar el legado que me ha sido transmitido y de darle vida en cada pieza que nace de nuestras manos.
Opmerkingen